viernes, 22 de febrero de 2013

El breve relato de mi soledad



Abrió la puerta y detrás de ella no había nadie, llevaba mucho tiempo sin que nadie llamara a la puerta así que estaba seguro de que no era un error, porque ya no recordaba como era el sonido que emitía el golpear una puerta; sin embargo, decidió aceptar la teoría de que había sido un error.

Por la noche volvió a escuchar ese sonido, esta vez más claro, esta vez más fuerte, esperó algunos minutos para corroborar que no fuera un error, así que, luego de la insistencia de aquel sonido, bajó las escaleras y caminó hacia la puerta, esperó unos segundos, tomó aire, tomó el pomo y lo giró, y, cuando la puerta no tenía ni 10° de apertura, alguien la empujó tan fuerte que él salió volando.

No sabía exactamente cuánto tiempo había pasado, pero más de 12 horas sí, ya era de día, pero podía ser la mañana de cualquier día, incluso llegó a pensar que era la mañana del día anterior, como no tenía con quien hablar decidió olvidar lo que había sucedido, y se dedicó un poco a inspeccionar su casa, esperando que aquel que había ultrajado en su casa no se hubiera llevado algo muy valioso.

Como no parecía que faltase nada, decidió tomar asiento y leer alguna novela o un cuento, como habían estado los ánimos se le antojó leer algo de terror, estaba entre algo de Poe o una de Lovecraft, finalmente se decidió por Lovecraft y tomó su favorito de él Más allá del muro del sueño, no se cansaba de ese cuento, pues siempre encontraba algo nuevo, algo que lo atemorizara más, y es que aquella cita de Shakespeare le pone la piel chinita a cualquiera.

Entrando casi al clímax del cuento, alguien llamó a la puerta, estaba seguro que era el mismo que llamó la noche anterior (o la que haya sido), pues tenía una forma de tocar muy particular; un poco nervioso y sin pleno uso de sus facultades debido a la alteración que le provoca el leer a Lovecraft, se levantó de su sofá y camino hacia la puerta, pero esta vez no iba a permitir que lo dejaran inconsciente, así que abrió rápidamente, pero no había nadie.


Ya no sabía qué hacer, sabía que tenía que llamar a alguien, de mínimo a la policía, pero… ¿qué iba a decir exactamente?- Bueno, hablo para reportar un delito, alguien ha estado llamado a mi puerta y cuando voy a abrir no hay nadie.-  Pensarían que estaba tratando de hacer una broma y si contaba lo de la noche, que era un loco, además quien se confiaría de un hombre de su edad que vive solo en una colonia, básicamente, familiar.

Decidió finalmente continuar con su rutina y al final del día cuando se estaba arropando para ir a la cama, volvieron a llamar a la puerta, esta vez bajó más rápido las escaleras y muy enfadado grito quién mientras abría la puerta, detrás de la puerta no estaba vacío, esta vez había una nota que decía: “Olvida y regresa a la vida”.

¿Qué clase de broma era esa? Además quién querría hacerle una broma, no conocía a nadie de por ahí, en realidad de por ningún lado, estaba solo. Se tomó unos minutos, releyó varias veces la nota y reflexionó sobre ella, había algo en especial que le intrigaba, no era el contenido, ni siquiera el modo en que llegó a sus manos, era la caligrafía, él conocía esa caligrafía, pero de dónde, no lo recordaba.

A la mañana siguiente, luego de desayunar quiso distraerse de todo lo acontecido durante los días pasados, y buscando entre sus libros encontró un pequeño cuadernillo de crucigramas, para su buena suerte estaba nuevo, de modo que podría pasarse todo el día entretenido, y justo cuando escribió la palabra número tres vertical lo supo, sabía de quién era esa caligrafía, era su caligrafía, pero, ¿por qué se había enviado esa nota? ¿Por qué no simplemente pensarlo y ya?

Entonces se dio cuenta, ya estaba listo, ya había pasado el suficiente tiempo, él mismo se estaba incitando a salir nuevamente al mundo, a conocer nuevas personas, personas que no se fueran, personas que no corran, personas que no hablen, personas que no sientan, personas que no respiren, personas como él.

Fantasía


Le ofrecí mi mano y él la aceptó, y por un instante nuestro mundo se detuvo. De pronto lo miré a los ojos y aquella conexión que tuvimos se perdió, fue como si se hubiera extraviado, al mirar nuestras manos lo descubrí, él no aceptó mi mano, yo la tomé con la otra como un consuelo, porque él, él estaba al otro lado de la sala.